Estoy adscrita al turno de violencia de género, lo cual quiere decir que si hay una mujer que quiere denunciar el día que estoy de guardia, me llamarán para que la asesore en su denuncia ante la guardia civil o policía nacional.
La asistencia a este tipo de víctimas, a mi juicio, tiene que ser inmediata y lo más cualificada posible. Pero sobre todo, no valen las prisas.
Muchas veces nos encontramos con que el policía o guardia civil espera ansioso ante el ordenador dispuesto a recoger de forma ordenada y rápida todo lo que la mujer tiene que relatar pero, evidentemente, la víctima no nos va a dar un relato espontáneo y organizado de los malos tratos sufridos por orden cronológico y con todo tipo de detalles. Por eso, no valen las prisas.
En primer lugar porque una víctima de violencia muchas veces duda si es una mujer maltratada (cuando para los demás es evidente). Los empujones, arañazos, bofetadas, muchas veces no cuentan para ellas, además de considerar que en algunos casos tienen la culpa porque “se lo han buscado”.
No digamos nada si la violencia no es física sino psicológica a través de insultos, amenazas, desprecios, vejaciones, prohibiciones de trabajar, de ocuparse del dinero, de ver a sus amigos o hablar con su familia, etc. Hasta que no le abres los ojos con una conversación cercana no se dan cuenta de lo que han vivido porque lo que les ocurre les parece normal. Por eso, no valen las prisas.
La víctima no nos conoce de nada. Llegamos, nos presentamos y le pedimos que nos resuma, nada menos, que su vida. No, no valen las prisas.
La denuncia solo se puede interponer después de una conversación larga y pausada en la que vaya aflorando todo lo vivido. Solo así se puede dar un buen asesoramiento a la víctima.
Como abogado/a, no debes permitir que te conminen a dar un asesoramiento telefónico “y mañana ya os veréis en el juzgado”. A una víctima de violencia no se le puede asesorar por teléfono ni en el pasillo de un juzgado diez minutos antes de declarar ante el juez. En esto, no valen las prisas.