Abogado Aviles

Abogado Aviles

JUECES Y JUECES

Mi primer juicio fue un desastre. Cuando me presenté ante el juez, éste me espetó: ”Letrada, cómo me presenta esto?”. Yo, en ese momento, quería desaparecer.
Era un asunto de un familiar que habíamos recurrido en vía administrativa y habíamos llevado a la vía judicial fundamentalmente para que yo cogiese experiencia en el juzgado.
Otros compañeros me recomendaron que hablase con el juez antes de la vista, que le dijera que era novata y que tuviera consideración, pero no quise hacerlo. Decidí “coger el toro por los cuernos” y afrontar mi primer juicio sin pedir consideración alguna. Luego me comentaron que aquel caballero, de cuyo nombre no quiero acordarme, no era precisamente agradable en sala habitualmente.
Lo bueno de todo ello es que las cosas a partir de entonces solo podían mejorar.
Por el contrario, en mis inicios solía frecuentar la sala del juzgado de lo social de Avilés, al frente del cual estaba en aquellos momentos D. Luis Cayetano Fernández Ardavín, posteriormente magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Asturias.
El primer día llegué y en cuanto el agente judicial gritó aquello de “Audiencia pública, los testigos no pueden entrar”, entré en la sala y me senté al fondo de la misma.
Presencié el juicio al completo y ya iba a salir para esperar el comienzo de la vista siguiente cuando el juez se dirigió a mí y me preguntó si quería ver más juicios, en cuyo caso no hacía falta que abandonara la sala. A partir de ese momento su señoría me explicaba en qué consistía cada juicio antes de que diera comienzo al mismo y, al terminar la vista, me preguntaba si lo había entendido todo. Yo le hacía preguntas y él me respondía amablemente.
Salí de la sala encantada y muy agradecida y regresé en múltiples ocasiones en las que el juez estuvo igual de atento y agradable.
A pesar de que finalmente no trabajé en el ámbito laboral siempre le estaré eternamente agradecida, pues he podido comprobar en mis más de veinte años de experiencia que esta actitud es poco común y realmente marca la diferencia.
Luego me comentaron que su señoría había sido abogado antes que juez y es que es cierto el dicho de que “hay que ser cocinero antes que fraile.”