El título de este post hace referencia a la novela del mismo nombre de Ian McEwan que desde hace tiempo me estaba “llamando” desde la estantería de la librería que frecuento habitualmente. ¡Será deformación profesional!
Desde hace unos veinte años llevo asuntos sobre responsabilidad penal de los menores. Cuando empecé, el juzgado de menores de Oviedo era un piso bastante antiguo en cuyo hall se agolpaban los menores y sus abogados y cuya sala de vistas era una habitación minúscula con una mesa y varias sillas en la que “como sardinas en lata” nos encontrábamos el juez, el secretario judicial, el fiscal, el representante del equipo técnico, el abogado y el menor, además de su representante legal. Vamos, que aquello venía a ser como el camarote de los hermanos Marx.
Desde entonces las cosas, por suerte, han cambiado mucho. Lo que por desgracia no ha cambiado es el número de menores que pasa por la fiscalía y por el juzgado de menores.
Recientemente una amiga me comentaba, asustada, que en su empresa habían entrado varias personas que habían ocasionado daños por un importe superior a 6.000 €.
Se imaginaron que los autores serían los típicos delincuentes habituales, si bien su sorpresa fue mayúscula cuando vieron que los autores eran chavales de 14 y 15 años. Mi amiga, madre también, y movida por su empatía hacia esos padres, decidió no denunciar y llegar a un acuerdo para que los padres de los menores, responsables civiles, abonasen los gastos derivados de la reparación de los daños.
Yo le comentaba, sin embargo, que a veces es mejor que los menores asuman su responsabilidad, que pasen por la fiscalía de menores y por el juzgado y que se den cuenta del alcance de sus actos y de la obligación que tenemos todos de tratar lo ajeno como si fuera propio.
Habitualmente veo sus caras en fiscalía cuando se enfrentan al procedimiento y os puedo asegurar que en la mayoría de los casos el susto que tienen en el cuerpo va a hacer que se lo piensen mucho antes de repetir algo semejante. Personalmente creo que uno tiene que ser responsable de sus actos y cuanto antes lo comprendan y lo asimilen mucho mejor, no podemos ni debemos estar siempre los padres allanándoles el camino.
¿Qué pensáis vosotros? Admito comentarios…